lunes, mayo 21, 2007

La felicidad ajena...


Hay muchas cosas me odio, y algún día de estos haré un post siguiendo tu cadena Birlo, pero hoy solo quería comentar una de ellas.
Que la gente se divierta y yo no. Pero no porque me aburra lo que a ellos les divierta, eso me da igual, a mi me molesta que se me prive de la oportunidad de divertirme.
Y es que no se por qué, pero me suele pasar a mi. Por ejemplo, estoy unos días aburrida, porque todo el mundo tiene exámenes, y baste que el mundo empiece a quedar y a salir, para que yo tenga algo que hacer. Como me jode estar de viaje aburrida, pensando que todo el mundo se divierte, y yo tenga que estar muerta del asco.
Me llamaréis mala persona, pero no os imagináis la sonrisa que se me pone en la cara cuando veo que empieza a llover. No, mejor diluviar. Así nadie puede salir a la calle… Ya que yo no me divierto, me consuela pensar que todo el mundo está aburrido.
También es muy molesto estar estudiando en junio, con todo el calor, a las seis de la tarde y mientras oír las risas de los niños pequeños que no tienen deberes y se quedan jugando hasta el último rayo de sol. Qué no daríamos en ese momento por estar con ellos, o al menos que se les pinchara el balón, o que sus madres les castigaran…lo que sea con tal de que la felicidad ajena supere la tuya, o que tu infelicidad supere la del resto.
Ya se que hice un post parecido, pero es que me ha pasado este fin de semana y ando un poco picada. Encima la gente viene a restregarme lo bien que se lo han pasado. Luego ven a preguntarme por qué te he mandado a la mierda.

domingo, mayo 13, 2007

Cambios


Yo siempre he sido de las que piensan que los cambios son a peor. ¿Siempre siempre? Sí. No me refiero a los cambios de la infancia, por ejemplo, estos son necesarios y a mejor (casi siempre, porque la persona madura y se convierte en un adulto). Me refiero a determinados cambios de la adolescencia en el 99% de la población, me refiero a los cambios de la televisión, que solo ponen anuncios malos y series de dibujos animados que te dan ganas de llorar, me refiero a los bodrios que hacen ahora por películas con el único fin de ganar millones y millones, me refiero a los grupos que luchaban por un ideal y se han dejado comprar por canciones de verano pegadizas, me refiero a que ahora los niños en vez de jugar, se hacen los mayores, me refiero a que antes podías salir a la calle sin miedo y ahora te tienes que preguntar si hoy te van a robar.
Y claro, me diréis que también existen los cambios a mejor, pero a veces, son casi peores. Para mí al menos, hablaré de mi caso.
Un día me desperté y me di cuenta de lo bien que iba todo, de lo feliz que era (si Paloma, yo también he sido feliz), de lo bien que me lo pasaba y de lo que disfrutaba todos los días. Había conocido gente nueva, había recuperado viejas amistades, había reencontrado ciertas partes de mí misma, deseaba llegar a sitios que hacía poco me daban miedo, básicamente me encontraba a gusto. ¿Qué más podía pedir? La verdad es que nada, sin embargo, al poco tiempo, la felicidad se convirtió en desesperación e impotencia, el buen cambio, el que había estado esperando tanto tiempo, iba a acabarse. En poco tiempo ese buen momento se acabará, dejándome con una muy buena sensación por un lado, pero por otro, tristeza, nunca volverá a ser igual. Entonces me pregunto, ¿de verdad merece la pena esto? ¿A merecido la pena todo este maravilloso tiempo, si la mitad lo he pasado pensando que algún día acabará? ¿Merece la pena pasármelo tan bien si luego estaré pensando que todo lo bueno tiene su fin? Y aquí mi razón para odiar a los cambios. Un cambio bueno no dura para siempre, así que un buen cambio implica que tarde o temprano habrá uno a peor.

Pero aun así, tengo que decir que ha merecido la pena.

Estúpida conciencia...

...¿quién te ha pedido que nos amargues la existencia?

domingo, mayo 06, 2007

Felicidades

Solo quería hacer una pequeña entrada felicitándo al blog. Hoy cumple un añito. Quién me iba a decir que duraría tanto...

sábado, mayo 05, 2007

Una hoja insatisfecha


Había un gran árbol en lo alto de una montaña desde el cual se podía ver todo un valle, se podía decir que era el rey. Todas sus hojas tenían una vista panorámica del río, de los demás árboles y de todos los animales. Eran envidiadas por el resto de seres que poblaban allí, y todas y cada una de las hojas del árbol estaban felices de su hogar, aferrándose con todas sus fuerzas a la rama hasta que finalmente, al llegar su hora, caían mustias junto al árbol para morir nutriendo la tierra.
Todas excepto una. La verdad es que esa hoja era especial, porque era infeliz. Esa hoja quería ir más allá, no quería pasarse la vida viendo el mismo valle desde el mismo sitio, quería hacer algo distinto. El resto de hojas la despreciaban por esto. Sabían que el mundo guerra del valle era feo, lleno de suciedad y frío, no había más que desconfianza y guerras, y no entendían por qué querría la hoja distinta ver todo eso teniendo el valle.
Preocupado el árbol habló con la hoja descontenta para ver qué ocurría. Sin embargo, ni siquiera el árbol consiguió hacerla cambiar de opinión.
Un día, la mejor amiga de la hoja insatisfecha se cayó, y se posó en el suelo, lista para su hora. Ahora que no se llevaba con nadie, la hoja decidió que era el momento, y sin echar la vista atrás, aprovechó una ráfaga de viento y se soltó de la rama.
Voló con el viento por todo el valle y lo vio todo con una perspectiva distinta. Desde el aire podía ver la felicidad de los animales que corrían, pero también podía ver los depredadores al acecho de sus presas, podía ver los colores de las flores con claridad, pero también veía los insectos que subían por sus tallos.
Y por fin, pudo ver la ciudad. Sí, estaba llena de contaminación, y podía ver otro tipo de insectos, mucho más grandes que andaban a dos patas, pero también vio cosas que le gustaban. Construcciones gigantescas que eran varias veces más grandes que su árbol se alzaban por toda la ciudad. Aunque no era perfecto, le gustó lo que vio.
En una última ráfaga de viento, consiguió volver al valle donde estaba el árbol que había sido su hogar y caer al lado de su mejor amiga, aun consciente.
Podía oír como las otras hojas la criticaban por desperdiciar su vida, ahora moriría.
-¿Mereció la pena?- Le preguntó su compañera.
-Creo que sí.
Y justo antes de cerrar para siempre los ojos, pudo ver los insectos que subían por el tronco del árbol para alimentarse de sus prepotentes vecinas y sonrió.