viernes, marzo 23, 2007

Trastorno de ausencia de personalidad


No eres esquizofrénico, pero ¿cuántas personalidades tienes? ¿Cuántas veces cambias de forma de ser para adaptarte, para no quedar mal, para no decepcionar a alguien? Pero al final te acabas decepcionando a ti mismo, a tus principios y a aquellos que de verdad te conocen.
Seguro que mientes si dices que nunca has pasado por esa situación. Eres nuevo, quieres caer bien, y te comportas de una forma completamente distinta a cómo eres normalmente. No eres tú, pero como ha funcionado te da igual, puedes llevar perfectamente una doble vida, nadie se dará cuenta de lo farsante que eres, nunca se van a juntar tus dos grupos de amigos.
¿Y si un día coincides? Dos grupos diferentes que lo único que tienen en común es a ti mismo, actuando. Ahora debes decidir qué personalidad vas a utilizar, aunque intentarás como siempre, quedar bien delante de todos, pero es imposible y lo sabes. Acabas pareciendo un lameculos falso que se dejó la personalidad atrás hace mucho tiempo. Al descubrir qué eres en realidad, los dos grupos se separan de ti. Y ahora también puedes ver a un pequeño grupo al que llamas mejores amigos, que te miran con decepción, y se lamentan al ver en lo que te has convertido. Probablemente todos te habrían aceptado tal y como eres en realidad, pero te has empeñado en vivir varias vidas a la vez, vidas que no te tocan. Te has empeñado en caerle bien a todo el mundo y has acabo perdiendo los resquicios de dignidad que te quedaban.
Ahora te miras al espejo, y lo mejor que te puede pasar es que te des asco, porque así al menos has aceptado tu error. Sino, eres un auténtico cretino.
Por suerte, todavía hay gente fiel a sus principios, que actúa según su personalidad, esté donde esté, y no se preocupa en buscar amigos debajo de las piedra, simplemente los encuentra.
Birlo, gracias por ser de estos últimos.

viernes, marzo 16, 2007

Por fin


Estoy metida en un túnel con muy poca luz. Estoy bastante cargada y presiento que me voy a cansar con mucha facilidad. No puedo ver la luz del final del túnel, pero a cada paso que doy me la imagino con más ganas.
El problema de este túnel es que tengo que andar con mucho cuidado, porque aunque me caiga, seguiré avanzando, una fuerza me empujará, aunque sea arrastrándome de mala manera. Si me caigo, me tendré que levantar muy deprisa, y probablemente no lo consiga.
A mi alrededor veo otros como yo, algunos están completamente concentrados en sus pasos y los colocan de forma perfecta. Otros, aunque lo intentan, no consiguen mantener el equilibrio. Unos pocos, ni lo intentan.
A duras penas, ya agotada, consigo mantener la compostura y acercarme al final del túnel, pero este paso es más estrecho y angosto, y tengo que ir sujetándome a las paredes.
Al fin, la luz, el final, la libertad. Al verla me despisto y pierdo el equilibrio y me caigo. Al caerme me veo envuelta en una gigantesca bola de personas que sigue avanzando hacia el aire libre. Esta masa es imparable y cada vez más grande, se va a atrancar. Pero no, es imparable, se atasca durante milésimas y sale con una fuerza inmensa a presión por la pequeña puerta del túnel. Todos los que estábamos metidos en esa bola nos vemos por fin liberados y con una extraña sensación de felicidad y tontería. Risa, saltos, indiferencia hacia todo mientras volamos y flotamos. Así es como me siento recién terminados los exámenes. Era inevitable que terminaran, bien o mal, y cuando lo hacen, te da igual lo demás, disfruta de esa sensación

sábado, marzo 03, 2007

La respuesta


Desde pequeños nos pasamos la vida buscando respuestas, porqués, que casi nunca sacian nuestra curiosidad. Pero, conforme vamos creciendo vamos reduciendo el número de nuestras preguntas. Hay quien dice que simplemente se van acabando los interrogantes, otros dicen que nos vamos volviendo más sabios y necesitamos preguntar menos. También hay quien opina que nos da vergüenza preguntar cosas que a lo mejor son absurdas y evidentes y nos callamos las dudas, y algunos creen que vamos perdiendo esa curiosidad innata de los niños pequeños que ven todo por primera vez.
Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con esto. Los interrogantes nunca se acabarán, siempre quedará algo acerca de lo que preguntar, no importa cuantas preguntas hayamos hecho ya. En cuanto a la sabiduría, creo que escasea bastante entre nosotros, y no creo que nadie sea capaz de valerse por si mismo, solo por experiencia y razonamiento. Acerca de la vergüenza, no la considero una cualidad capaz de dejarnos sin saber algo que deseemos, y sobre la curiosidad, he de decir que nunca se pierde. ¿Entonces, por qué dejamos de preguntar? Creo tener una teoría. Creo que es por miedo a la respuesta. Durante toda la vida nos encontramos con decepcionantes respuestas, decepcionantes realidades. Nos hemos llevado tantos palos al querer averiguar la verdad, que simplemente pasamos de conocerla. Preferimos no saberla. Preferimos montar una pequeña idea surrealista en nuestra cabeza que satisfaga nuestra curiosidad, y a la vez no tire abajo nuestras ilusiones, como suele hacer la dura realidad. ¿Por qué arriesgarte a preguntar algo cuando la respuesta puede hacerte daño? Así que es decisión de cada uno, su propio conflicto de intereses, ¿quiero saber la dolorosa verdad o quedarme en mi feliz ignorancia?