sábado, octubre 21, 2006

La vida...

... es injusta, ¿no crees?

El día de J.C.


J.C. se levanta tarde y malhumorado, como siempre. Ha quedado con su grupo y llega tarde pero le da igual. Se mira al espejo y se pregunta si le queda bien el pelo rapado, le gustaba más antes. No pierde más tiempo, se pone la cazadora y sale de casa dando un portazo. Se reúne con sus amigos de toda la vida y cogen el metro para ir a un parque al otro lado de la ciudad, donde van todos los días.
Los cuatro van hablando cuando entra en su vagón un chico sonriente que va solo.
-Mirad, el de rojo.
-Ya
No le dejan de mirar, y el chico al sentirse observado agacha la cabeza. Era lo que necesitaban. Solo miedo.
Al volver a casa, piensa en el chico, y en por qué se siente tan bien al pegarle. La verdad es que nunca se lo ha preguntado, simplemente lo hace, como sus amigos.
A partir de entonces todos los días coinciden con el chico, ya sea queriendo o por casualidad y le hacen pasar un mal rato. Al principio era divertido, y siempre es agradable dar collejas sin temor a que te las devuelvan.
Un día por la noche se pregunta por qué se divierte así, por qué le gusta tanto hacer daño, y por qué siempre van a por el mismo chico indefenso.
Cada día le gusta menos encontrarse con el chico, y en el fondo desea que no haya cogido el tren. Cada día se lleva un golpe, y cada día va peor vestido, parece que no descansa, y a simple vista tiene aspecto de loco.
Quiere dejarlo, no le gusta su vida, la empieza a odiar. Intenta decírselo a sus amigos pero no puede, les tiene miedo.
-Ey J.C., te has dejado crecer mucho el pelo, ya es hora de raparlo, ¿no?
-No, ya no me gusta. Me gusta más así.
Silencio incomodo.
-¿Te pasa algo?
-No… ¿por qué no le dejamos ya en paz? ¿No veis el aspecto que tiene?
-¿Y? Mejor, que tenga miedo.
Al mirar al chico, este sonríe de una forma extraña e inquietante.
-Me largo.
J.C. sale del vagón con paso rápido y se dirige a la salida antes de que puedan seguirle los que llamaba amigos hasta hace unos minutos, y a los que teme ahora. Después de andar un rato se da cuenta de que alguien le sigue, se gira y reconoce al chico del metro. Se gira para hablarle, pedirle disculpas, pero no le salen las palabras, le está apuntando con una pistola.
-Ya no pareces tan chulito.

El día de Ethan


Ethan se levanta con ganas de cambiar el mundo. Consciente de todos los problemas que asolan el mundo, no se deprime, todo lo contrario, gana fuerzas para aportar su granito de arena. Aunque no se note a escala mundial, sabe que ha cambiado un poco su alrededor después de una dura jornada, y vuelve feliz en el metro a casa.
Vuelve feliz hasta que cuatro descerebrados con problemas de personalidad y autoestima, rapados y llevando unas botas capaces de destrozarte le ven y deciden que hoy le molestan a él, va solo y es una presa fácil. El no puede decir nada, porque si se enfrenta solo le abren la cabeza, así que aguanta mirando al suelo deseando que se bajen en una estación que no sea la suya. Llega a casa confundido, ¿por qué intenta hacer algo constructivo si siempre hay alguien dispuesto a destrozarlo? Es más fácil destruir que construir, y parece que queda mejor, sino, no es lógico.
Después de varios días se convierte en la diversión de los cuatro del metro, empieza a cuestionarse si lo que hace sirve para algo, y se plantea hacer algo distinto. Es más fácil destruir un castillo de arena que construirlo, y además relaja, quizá debería probarlo.
Empieza a sufrir golpes, al principio collejas pero poco a poco van siendo más fuertes. Cada día viene peor, pero parece que a nadie lo importa, nadie hace nada excepto mirar.
Tras ver varios catálogos, se compra un arma, solo por si acaso, para protegerse. Vive solo así que no puede hacer daño a nadie.
Duerme mal, no descansa está pensando siempre en lo mismo, tiene aspecto de enfermo. Se plantea su existencia sin llegar a ninguna conclusión. Sus vecinos cuando le ven se empiezan a preocupar por su estado mental y físico, ya no es el chico alegre y agradable que era antes, descuida su aspecto, no se lava bien, actúa de forma extraña, parece desconfiar de todo el mundo.
Finalmente se decide, no puede seguir así, coge la pistola, se la guarda cuidadosamente y sale de casa. En el metro los ve y sonríe para sí mismo, una sonrisa enfermiza, cualquiera diría que está loco. Espera pacientemente a que alguno de ellos salga del vagón para seguirle, cuando por fin, uno se despide de los demás y se marcha con paso rápido. Ethan le sigue casi corriendo por la calle para igualar su paso, y gira detrás de él una esquina. Por fin llegan a una calle poco transitada. <> De repente, el otro se gira y ve a Ethan, parece reconocerlo, así que se para y hace ademán de ir a hablar con él. Mientras Ethan lleva su mano lentamente hacia su bolsillo mientras saborea lo que llama su momento de gloria. Saca la pistola y apunta guiñando un ojo y sacando la lengua.
Suelta una risa demente.
-Ya no pareces tan chulito.

jueves, octubre 12, 2006

Todo es tan bonito...


Me despierto respirando un agradable olor, y me levanto de muy buen humor. Me miro al espejo y veo una chica joven y agradable que sonríe sin cesar, mientras una sueva brisa agita su perfecta cabellera. Me pongo mi ropa a la última moda que es a la vez elegante y cómoda y mientras bajo las escaleras dos chicos muy atractivos se me quedan mirando y me saludan, hoy parece ser un buen día. Empiezo a oír música mientras camino por la calle a pesar de no llevar ningún aparato encima, y veo cómo la gente inconscientemente se mueve al son de la música. Brilla el sol, la gente es maravillosa y todo te da ganas de vivir.
-Pero, ¿qué pasa? Bah, estaré en un anuncio de compresas.

viernes, octubre 06, 2006

Enciende la televisión


Cada vez que enciendo la televisión, me llevo una sorpresa, y nada más lejos de ser grata. Lo primero que ves de todo, por supuesto, son los anuncios, ya que los veinte minutos de anuncios entre programa y programa no te los quita nadie. A veces tienes la suerte de ver uno o dos buenos, que te arrancan una sonrisa o al menos un pensamiento, pero los demás se limitan a estupideces varias como banqueros metidos en el armario de una cocina, niños estupidos repitiendo frases de memoria, y los que más odio, los de detergentes.
-Hola, soy Neutrex Futura, y vengo del futuro a traerte este super-detergente que quita las manchas sin frotar.
¿Qué clase de persona se llama como un detergente? ¿No habíamos dejado de frotar hace veinte años? Preguntas sin respuesta.
Después de largos minutos tragándote basura sin sentido, tarareando sin querer un estribillo de no se que espaguetis, y habiendo olvidado lo que querías ver, empieza el programa.
Y esto es lo que más me preocupa, la programación. ¿Cómo puede una serie ser tan sumamente mala? ¿Cómo puede alguien ver semejante bazofia? Y ahí está lo triste, que si lo echan es porque alguien lo ve. Personas de treinta años haciendo de adolescentes de quince en una serie en la que no te puedes meter en la historia de lo mal que actúan los actores, si es que se pueden llamar así. Señoras y señores mayores contando la trágica historia de su vida o reencontrándose con su hermano perdido mientras la presentadora se ríe de ellos. Gente haciendo el ridículo en televisión para ganar algo de dinero, y gente que vive en una casa durante meses, delante de decenas de cámaras con gente que no conoce de nada. ¿Por qué se ven estas cosas? ¿Acaso vemos todo eso para sentirnos superiores a través de la humillación de los demás?
Alguien muy sabio dijo una vez “la televisión es el primer sistema verdaderamente democrático, el primero accesible para todo el mundo y completamente gobernado por lo que quiere la gente. Lo terrible es precisamente lo que quiere la gente” Y recuerda que todo va a peor.

jueves, octubre 05, 2006

Sí, hay algo peor


Dicen que no hay nada peor que caerle bien a alguien que te cae fatal. Pues yo lo desmiento, hay algo que es mucho peor. Caerle bien a una persona a la que odias, pero a la que todos tus amigos adoran.
Esto supone, primero, que te de el coñazo con su irritante forma de ser sin poder hacer nada. Al principio intentas ser amable, pensando que puede tener (aunque muy escondidas) cualidades que aprecies, y que si le cae tan bien a tus amigos es por algo. Cuando esto no funciona, se te empiezan a escapar ciertas borderías, pero el tío, que es un poco corto, o se lo hace, no se entera. Esta primera fase es soportable, en clase por lo menos, ya que siempre hay excusas baratas para quitárselo de la vista.
El verdadero problema viene porque al caerle tan bien a todos tus amigos, está contigo casi todo el día, pegado al culo con sus odiosas bromitas. Se ha acoplado al grupo sin tu poder hacer nada, y los demás sin ojos para verlo. Además, no puedes desahogarte criticándole con otro porque a nadie más le cae mal. ¡Por dios! ¿Nadie ve lo estupido que es? ¿Qué os pasa?
Empiezas a pensar en cambiarte de grupo o darles una bofetada a todos. Y mientras, te preguntas que narices pasa contigo, a ver si nos son ellos y eres tú.
La única respuesta posible a esto, es que se parece tanto a ti, que por la misma razón que tu les caes bien, el les cae bien, y a ti no (a mi no me caen bien las personas que son como yo).

P.D. Otra posibilidad es que sea perfecto y a tu un envidioso…