sábado, noviembre 25, 2006

¿Queremos ser todos iguales?


Me he dado cuenta, que deprimentemente, nadie es original, ni libre. De una forma u otra nos han lavado la cabeza, y nadie actúa por sí mismos.
La gran mayoría actúa igual, siguiendo una absurda moda que marca no se quién ni por qué, sin miedo a no ser distinguidos unos de otros. Nos sentimos bien siendo igual que el de al lado, sin temor a que se nos discrimine por la diferencia. Cuando miramos a un animal y decimos, ¿cómo se distinguen, si son todos iguales?, no nos damos cuenta que podrís ser aplicable a nosotros mismos. Intentamos imitar el canon de belleza de la época, y por suerte, nuestra tecnología es limitada, si no, estoy segura de que en poco tiempo todo el mundo acabaría siendo perfecto estéticamente descuidando el interior, todos tendríamos la misma cara y el mismo pelo, la misma figura, seríamos tan “perfectos”, que el término perfección perdería el sentido. Seríamos autómatas que actúan de la misma forma, sin ningún fin en la vida, ni preguntas que hacerse, es más fácil no pensar.
Ni siquiera los que se llaman originales y diferentes realmente lo son. Llamamos original a lo que es contrario a la tendencia, pero al intentar no seguir la moda, sin querer estamos siguiendo otra. Lo único que nos distingue de las plantas son los impulsos, los sentimientos, y ahora ni siquiera los escuchamos, por el miedo al qué dirán.
Y encima tenemos la cara de volver la vista atrás y llamar bárbaros a nuestros antepasados, al menos ellos vivían.
Espero que alguien pueda volver la vista atrás algún día, criticar nuestra sociedad y dar gracias por el cambio que se dio en nuestra especie.

El aburrimiento


Todo el mundo ha sentido alguna vez el aburrimiento, aunque algunos se empeñen algunos en decir que es un estado que solo sienten los pobres de interior. Creo que los que dicen eso nunca han podido asistir a una clase de lengua.
El proceso que sufrimos ante una de estas clases es bastante curioso e inexplicable.
Al principio pensando en el macroexamen que tendrás en un par de semanas, intentas atender un poco. Ante esta situación descubres dos cosas. La primera es que aunque lo intentes de verdad no consigues entender lo que esta diciendo el profesor, parece como si las palabras que dice no se pueden retener en la mente. La segunda es que por fin, el hombre ha conseguido inventar una manera de ralentizar el tiempo. ¿Cómo es posible que el reloj se mueva tan despacio? Parece que las manecillas van hacia atrás, y te desesperas, preguntas al de al lado la hora, pero tiene la misma que tú. Te empiezas a fijar a tu alrededor, para ver si los demás también se han dado cuenta.
La clase estás en silencio. Hay gente que se tapa la cara para disimular sus ojos cerrados, otros están directamente apoyados en la mesa durmiendo. Unos pocos afortunados están entretenidos haciendo dibujos o hablando en susurros con el de delante. Pero lo que más abundan son las caras de resignación. Han tirado la toalla, se han dado cuenta de que no hay manera de soportar este tormento y se pasan la clase con las mandíbulas desencajadas en forma de grotescos bostezos. Caras de resignación en todas las mesas, incluida en la del profesor, que maldice la hora en la que le tocó darnos clase, y a pesar de que nadie le escucha, sigue hablando y hablando, para él o con la esperanza de que algo de lo que dice se pegue en nuestro subconsciente y lo podamos recuperar algún día. Añoramos las clases de infantil, en las que solo nos pedían que jugáramos con plastilina y lo único que explicaban era qué dibujito era el nuestro para distinguir los vasos. Deseamos que acabe la clase para tener una algo menos aburrida. Rezamos por un profesor ameno. Imaginamos que nos levantamos en medio de clase, a protestar contra el sistema, y que después entre aplausos de tus compañeros, te levantas y sales de la clase dando un portazo.
Pero esto solo es una etapa de nuestra vida, luego vendrá el trabajo. Supongo que cuando lo conozca ya lo criticaré…

domingo, noviembre 12, 2006

Mal de muchos, alegría del hombre


Todos nos reímos cuando en Friends, Chandler le dice a Rachel que ahora que es feliz, no tiene la necesidad de que los demás no lo sean. Pero, es totalmente verdad. Cuando nosotros estamos sufriendo, lo que lo alivia no es compartir el sufrimiento con tus amigos, o que alguien te ayude, lo que de verdad alivia es saber que otros también están sufriendo. Mientras tú estás fastidiado, no puedes soportar que otro lo esté pasando bien. Por ejemplo, si por cualquier cosa no puedes quedar un viernes y te vas a perder un botellón espectacular, de esos que solo se dan una vez en la vida, rezas por dentro para que llueva, y que nadie lo pase bien mientras tú estés amargado.
Si te han hecho una putada, el consuelo es que la putada que le han hecho al de al lado, era peor. Si no tenemos novio, lo que consuela es que el novio de la de al lado sea un cabrón.
Cuando sacas una mala nota en un examen, y te alegra que nadie haya aprobado, no es un consuelo de tontos por mal de muchos, como dicen, es que ya que tú has sacado mala nota, te alegras de que nadie lo haya hecho y esté satisfecho.
No nos intentemos engañar, no existe la felicidad por los demás, existe la felicidad por uno mismo, el egoísmo del ser humano puede llegar hasta límites insospechados, y nunca se puede dejar atrás.

PD: No sé si soy muy pesimista o demasiado realista.