
Estás al pie de una montaña que debes escalar. Tiene mucha pendiente y es peligroso, pero estás decidida. Miras, buscas un sitio donde dar el primer pie, siempre el más firme, pero es difícil encontrar un lugar adecuado. Al fin lo encuentras y de un ágil salto empiezas a subir por la montaña.
Es tu meta, llegar a la cima. Pero no solo es la tuya, hay cientos como tú subiendo contigo, quitándote los buenos lugares para agarrarte o incluso descansar. Hay alguno que te hace la puñeta para llegar él antes, pero no te das por vencida.
A mitad de camino miras hacia abajo y te sorprendes de lo mucho que has progresado, pero miras hacia arriba y ves una pared completamente lisa que te falta por subir. No hay sitio donde agarrarse. Una oleada de pánico te invade y miras a tu alrededor buscando una posible solución. Quedan pocos a tu alrededor, pero los que quedan tienen medios para seguir subiendo, por lo que la pared lisa no les plantea ningún problema.
Al poner el pie sobre la pared lisa, resbalas, pero a cámara lenta. Tus manos desnudas resbalan con el frío hielo que recubre la cima de la montaña. Ves como todo poco a poco se viene abajo sin poder hacer nada para evitarlo. En un último esfuerzo intentas agarrarte a alguien para que te ayude, pero a estas alturas no existen los favores ni los amigos. Intentas al menos tirar a alguien contigo, ya que has de caer, llévate a alguien, pero tampoco puedes, has caído demasiado.
Al llegar al suelo el golpe es fuerte, tienes ganas de llorar pero no lo haces por vergüenza. Es lo único que sientes, vergüenza. Ves a nuevos aspirantes acercarse al pie de la montaña para intentar la hazaña que tú no has logrado. Algunos valientes incluso lo intentan por segunda vez, después del golpe de la caída no se han venido abajo.
Te acercas a la montaña, buscas algún camino fácil, algún truco, pero no hay ninguno. No puedes subir y punto. A lo mejor puedes subir otra montaña más fácil, pero tú querías esta.
Y así, entre gemidos de dolor de los caídos y entre vítores de los que han conseguido subir, notas esa sensación. Frustración. No puedes conseguir lo que quieres. No porque te lo impidan, simplemente no puedes. Te sientes inútil. Rabia contenida, alguien tendrá que pagar el pato.
Es triste, pero todos nos sentimos alguna vez así.