
Un problema. Le das vueltas. Lo miras por todos los lados. Intentas buscarle solución, sabes cual es, pero no la tomas. Al no tomarla el problema se complica. Ahora el problema tiene variantes. Le das vueltas a las variantes del problema. Ahora, puede pasar cualquier cosa, y no tienes ni idea de cual será. Haces conjeturas. Algunas realistas, otras idealistas, quizá demasiado. Es poco probable que venga alguien en plan Men In Black a borrarle la memoria a todo el mundo, incluyendo ese problema tuyo.
Le das vueltas y en una sola noche dando vueltas en tu cama has encontrado unas 35 posibles variantes al problema, 29 de las cuales no tienen solución descartando el suicido, lo que empieza a convertirse en una opción palpable.
¿Cómo es posible que un problema se complique tanto? A lo mejor solo está en tu cabeza, pero, ¿y si no? Quién sabe si por algo que has hecho alguien le está poniendo precio a tu cabeza… Demasiado paranoico. Quizá solo una palicilla. O a lo mejor se lo guardan, solo para acumular tus cagadas y que un día exploten en tu cara y quedes con un asqueroso olor a mierda durante un tiempo.
Bien, volvamos a las variantes. Si sigues sin hacer nada esas variantes del problema se volverán a dividir. No se sabe como pero ahora, por haber dejado tu holgazán culo engordando en tu sofá sin hacer nada, has conseguido que un nimio problema se haya convertido en casi cualquier problema que se te ocurra, porque sabes que los problemas empeoran, lo que no sabes es cómo.
Es el momento de la paranoia. Sales de tu casa con el mundo en contra, miradas clavadas en tu nuca planeando venganza. Ya ni siquiera te planteas la imposibilidad de lo que estás pensando. 36 horas sin dormir a tus espaldas no te dejan ver que la Liga de la Justicia no existe, y que si existiera no vendría para salvar el mundo acabando contigo. Los superhéroes no matan, y contigo no harán una excepción, por mucho que la hayas cagado.
Ahora, con los ojos rojos e inyectados en sangre piensas en el ridículo problema original y lo fácil que habría sido solucionarlo si no te hubieras escondido como una rata. Pero es tarde. ¡La vida es dura! Y nunca da segundas oportunidades, eso solo pasa en las películas.
Mi conclusión es… ¡Haz algo, ahora que puedes! Si no quieres que tus amigos entren en tu cuarto y te encuentren colgado del techo en una ridícula horca con una nota debajo declarando que habías sido incapaz de pedir perdón por un chiste grosero.
Le das vueltas y en una sola noche dando vueltas en tu cama has encontrado unas 35 posibles variantes al problema, 29 de las cuales no tienen solución descartando el suicido, lo que empieza a convertirse en una opción palpable.
¿Cómo es posible que un problema se complique tanto? A lo mejor solo está en tu cabeza, pero, ¿y si no? Quién sabe si por algo que has hecho alguien le está poniendo precio a tu cabeza… Demasiado paranoico. Quizá solo una palicilla. O a lo mejor se lo guardan, solo para acumular tus cagadas y que un día exploten en tu cara y quedes con un asqueroso olor a mierda durante un tiempo.
Bien, volvamos a las variantes. Si sigues sin hacer nada esas variantes del problema se volverán a dividir. No se sabe como pero ahora, por haber dejado tu holgazán culo engordando en tu sofá sin hacer nada, has conseguido que un nimio problema se haya convertido en casi cualquier problema que se te ocurra, porque sabes que los problemas empeoran, lo que no sabes es cómo.
Es el momento de la paranoia. Sales de tu casa con el mundo en contra, miradas clavadas en tu nuca planeando venganza. Ya ni siquiera te planteas la imposibilidad de lo que estás pensando. 36 horas sin dormir a tus espaldas no te dejan ver que la Liga de la Justicia no existe, y que si existiera no vendría para salvar el mundo acabando contigo. Los superhéroes no matan, y contigo no harán una excepción, por mucho que la hayas cagado.
Ahora, con los ojos rojos e inyectados en sangre piensas en el ridículo problema original y lo fácil que habría sido solucionarlo si no te hubieras escondido como una rata. Pero es tarde. ¡La vida es dura! Y nunca da segundas oportunidades, eso solo pasa en las películas.
Mi conclusión es… ¡Haz algo, ahora que puedes! Si no quieres que tus amigos entren en tu cuarto y te encuentren colgado del techo en una ridícula horca con una nota debajo declarando que habías sido incapaz de pedir perdón por un chiste grosero.